No era un loro cualquiera. Se llamaba Alex (acrónimo de "Avian Learning Experiment") y llegó a desarrollar la inteligencia de un niño de cinco años.
Podía identificar objetos, números, colores y formas. Distinguía entre grande y pequeño; igual y diferente.
Manejaba un vocabulario propio de 150 palabras. Decía "Lo siento" si se equivocaba, y pedía "Quiero volver" (a la jaula) cuando estaba cansado.
En el momento en que se despedía de su amiga y profesora Irene Pepperberg le preguntaba: "¿Vendrás mañana?". Esas fueron precisamente las últimas palabras del loro antes de morir repentinamente de un infarto o una arritmia en mitad de la noche.
Su necrológica fue la más leída en 2007 en periódicos como "The Guardian": "Alex, el loro africano gris que era más listo que la media de los presidentes norteamericanos, ha fallecido a la edad de 31 años".
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